En el primer piso del número 207, separados por un biombo de papel cebolla, viven Ella y Él en un mundo de miembros fantasmas.

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En cierto modo son matrimonio, o como tal aparecen en los anuncios de las colonias que los perfuman y que acumulan sin mesura,

y en las revistas que se niegan a reconocer que compran o sustraen sin violencia en las frías tiendas de los aeropuertos.

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En cierto modo, son o fueron un matrimonio y, sin embargo, nunca se han mirado juntos

en un espejo, por miedo a no caber,

como arrastrando la confirmación de una vieja paradoja mal formulada, peor resuelta, que bien podemos enunciar así:

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Si digo YO cuando soy yo, pues eso, soy yo. Pero si eres tú quien dice YO, ¿cómo es posible que sigas siendo tú?